jueves, 22 de febrero de 2024

LA PELÍCULA

Es siete de la noche. El Cine de Arte está una vez más, muy concurrido en sus diferentes aposentos. Es una dependencia directa de la municipalidad que tiene una pequeña cafetería, un estadero, una sala donde se exhiben libros y pinturas famosas, nacionales e internacionales..., y la sala de cine, capacidad doscientas personas, que se va llenando...
-Estoy teniendo una riña "espectacular" con un amigo por WhatsApp -le cuenta Silvino a Richard mientras esperan de pie, en el estadero del cine, a don Mauricio (padre de Richard, alcalde la ciudad, para los que no lo conocen todavía) y a Rosa, para ver juntos esa película tan sonada, dirigida por la francesa Céline Sciamma.
-¿Sobre qué? -le pregunta Richard invitándole un caramelo de menta.
-Él insiste en que soy pro Putin, yo le digo que las acciones de Putin inclinan la balanza, pero que yo soy neutral. La neutralidad es la postura más sabia, porque la neutralidad es paz. Por eso practicamos la no violencia en todos los aspectos de la vida -dice Silvino medio divagando ya para sí mismo-... Y ahora se me ocurre pensar que...; cuando Jesús nos enseña a dar la otra mejilla cuando nos golpean en una, él le está diciendo a su oponente: "nunca te haré daño, nunca seré violento contigo"... ¡Oh, my God!... Jesús era un activista de la no violencia... Disculpa, creo que me estoy desviando del tema -agregó Silvino algo confundido por esa repentina visión que tuvo de que Jesús y Ghandi, profesaban el mismo partido. Ambos son activistas de la paz, no de la guerra, nunca la guerra.
- No, no, no te has desviado del tema, al contrario, has dado en el clavo -le contesta Richard muy animado- Algunos desprecian esa enseñanza de Jesús como si fuera un signo de cobardía, pero ya vemos que no lo es... Así sucede también con la ley del talión: "ojo por ojo y diente por diente", unos lo interpretan como: "si me golpeas una mejilla yo te golpeo la tuya". Pero esta ley es un principio jurídico -de origen hebreo-, de allí viene que no soy yo quien debe devolver el golpe, de eso se encarga la ley humana y la ley divina, que en India se llama la ley del karma, una ley sutil de la justicia divina. Y de acuerdo a la ley del talión, la pena idéntica para los chupamedias que venden a la patria, sería la muerte, y si la justicia no cumple ellos tendrían que suicidarse... El asunto es que la violencia no es propia del ser humano, eso es innato en los animales..., pero nosotros nos somos animales..., y... Allí viene Rosa... y mi padre -dice medio suspirando...
Se saludan cálidamente los cuatro... Don Mauricio no reconoció a la amiga de su hijo, cuando ella iba delante de él; ni ella se dio cuenta de que el alcalde venía detrás de ella. Richard le presentó a su padre a Silvino, y apenas tuvieron tiempo de comprar las chucherías en la cafetería, porque don Mauricio, alcalde de la ciudad; fue conducido por un edecán, junto a su hijo y sus dos amigos, a los asientos municipales, reservados solo para la élite. Tan luego se sentaron se apagaron las luces y empezó la película... Apenas tuvieron tiempo de acomodarse en sus asientos con sus palomitas de maíz y chicha morada.
Don Mauricio no tenía ni idea de qué se trataba esta película, no tuvo ni tiempo de informarse sobre el argumento o la trama..., ni siquiera se fijó en el afiche... Nada... De pronto, va pasando la película sin música, él ya esperaba escuchar en la misma introducción de la película... La Tormenta del veneciano Vivaldi...; pero no..., no hay música ni en el comienzo ni en lo que sigue..., es una película de época..., y así, él se va entregando al filme..., al mismo tiempo que van emergiendo antiguos recuerdos en su corazón... al ver el mar...
De pronto, cuando Marianne toca en el piano las primeras notas de La Tormenta de Vivaldi, él se sorprendió mucho por este inesperado encuentro con la música esperada, se movió en su asiento, atento...; pero no hubo más notas..., de nuevo, no hay música, hay pocos diálogos a favor de un maravilloso lenguaje corporal y de miradas...
Don Mauricio, un poco perturbado, se acomoda en su asiento y trata de observar a sus acompañantes..., y al resto de espectadores... Se siente extraño..., como si él mismo estuviese siendo observado... De alguna manera siente que va siendo retratado en la película... Las escenas continúan pasando..., y ve en su corazón a ese amigo muy querido del colegio, cuando le tocó esa melodía del veneciano, el día en que se despidieron... dolorosamente..., "para que no me olvides", le dijo él... Los padres de don Mauricio se regresaban de Bélgica a Perú... Las cartas fueron y vinieron, por barco o por avión..., y luego se fueron espaciando y apareció el silencio... y después el olvido... Pero él ahora estaba recordando..., como si hubiera sido ayer... Fue como un shock...
No hay más música en la película que en el festival de las jóvenes del lugar..., y al final..., en un teatro, cuando por fin se escucha el concierto completo de La Tormenta de Vivaldi..., que lo conmueve hasta las lágrimas... Él ya no ve a Héloïse, sino a aquel joven apuesto que está tocando toda la pieza para él, que lo está escuchando en aquel salón de su casa..., cuando se despidieron y se abrazaron por última vez... con amor puro..., sin ningún tinte de la pasión sexual...
La pantalla se apaga y hay un silencio casi sepulcral... duradero...
Don Mauricio se sobrepone tratando de ocultar sus emociones... Ha comprendido como un soplo divino, que él nunca había dejado de amar a ese muchacho belga que lo cautivó con su destreza para tocar el violín... Poco a poco vuelven las respiraciones, los movimientos..., y la gente se va levantando de sus asientos, muy satisfechos de la película... Verdaderamente shockeados..., como si no hubieran esperado "una real obra de arte", así comentan y murmuran...; y salen de la sala y del Cine de Arte... Cada uno enfrascado en sus propios pensamientos...
En la calle, los cuatro caminan hacia la heladería Capricci de la calle Mercaderes, tal como don Mauricio les había invitado, en la cafetería, cuando compraban las palomitas y la chicha morada. "Ustedes se compraron las entradas, déjenme invitarles un helado después del cine", les dijo.
-¿Te gustó la película padre? -le pregunta Richard mientras se sientan a una mesa de la heladería.
-¡Oh, sí! -contesta él, mientras se acomodan.
-Creo que tú también te conmoviste, ¿verdad? -le pregunta Richard, seguro de haber notado su conmoción...
-Sí -contesta murmurando don Mauricio, al mismo tiempo que quiere ocultar sus recuerdos más profundos...
-Es una película del 2019, ya tiene sus años... ¿Qué dicen los críticos de cine? -les dice Richard a sus amigos. ¿Verdad que estuvo espectacular la película?
-¡Un diez! -dice Rosa sacando su libretita de apuntes- Hay muchas cosas que quiero anotar antes de olvidarme.
-Como qué -le dice Silvino.
-En ese tiempo las mujeres solo podían elegir entre casarse, ser monjas, prostitutas o suicidarse... Triste.
-Ellas reviven la tragedia de Orfeo cuando pierde a Euridice... Pues, al final, Héloïse le pide a Marianne que voltee... porque no hay escapatoria a su destino..., les espera la muerte o el recuerdo...
-Espectacular lo del libro y la página. Héloïse le dice a través de esa pintura que siempre están juntas... en el amor..., más allá de las palabras, de la presencia física... Bella película...
-Y cuando escuchan a Vivaldi, ellas sienten que están vivas en su amor y en su recuerdo, a través de la música... Si, es una película de amor puro..., inmaterial..., trascendente a lo corpóreo y a la imposibilidad de la época...
Y don Mauricio se desploma más en su asiento..., las lágrimas están por salir de sus ojos..., no sabe si contenerlas o... ir a llorar... a alguna parte... Está comprendiendo que nunca dejó de amar a ese joven amigo que también lo amó... Quizá ese sea el motivo de su siempre insatisfacción y frustración... y de su divorcio...
-Padre, ¿te sientes bien? -le pregunta su hijo, algo preocupado...








No hay comentarios.:

Publicar un comentario