Sin importar que fuese china y no rusa, mi sobrina Marcia ya la compró via online para mis sobrinos nietos, Andrés y Alexander, siendo Alex el más interesado, porque yo no podía regalarles la mía que es rusa, obvio, por más amor que les tuviese. Lo único que yo podía consentir es que jugásemos los tres o cuatro (con Marcia más) con las cinco bellas muñequitas; después, a guardarlas, una dentro de otra.
Primero porque es un regalo de mi hermana mayor, Mery, para explicar, en mis clases de yoga, "la esctructura del ser", y finalmente porque es una fina artesanía rusa más que un juguete.
Mas, como los bellos querubines insistían en tener la suya propia, su mamá accedió a comprarles una, previo examen de develar su esotérica enseñanza... "la muñequita más pequeña es el alma, que está dentro de otra muñeca más grande que es el yo falso, que a su vez está dentro de otra muñeca más grande que es la inteligencia, y esta dentro de otra mayor que es la mente, y finalmente todas están guardadas en la muñeca de mayor tamaño que es el cuerpo físico".
Luego de pasar este "riguroso" examen, mis sobrinos nietos merecían tener su propia matrioshka. Pero en los catálogos de compras, Marcia sólo encontró una variedad de muñecos chinos, con diversos personajes, y entre el papa noel y el hombre de nieve todos eligieron este último.
La llegada a casa de esta "matrioshka de nieve” fue una algarabía que duró varios días, los querubines jugaron con estos muñequitos hasta que se cansaron, creo yo; porque hoy, Marcia me cuenta, que ahora estos muñequitos están descansando sonrientes como adornos en su sala de estar, recordándoles un secreto que quien sabe en que momento de la historia de la humanidad se guardó en el olvido...: el alma está prisionera por densas energías que la cubren.
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