No crean que todo lo que converso con mi hermano menor Enrique es color de rosa, también tenemos nuestras diferencias; sobre todo, por ejemplo, cuando él admira el avance de esta tecnología siglo XXI, en cambio yo... quisiera que esta fuera más limitada; que ahora nos dedicásemos más a labrar la tierra, a hacer canales de regadío, puentes colgantes, viviendas de campo... que nos dedicásemos más a sembrar árboles frutales para cosecharlos en los caminos... en lugar de explotar los recursos o secar las venas de nuestra madre naturaleza.
Por pensar así siempre, es que fui la oveja negra de la familia. Años después, mi madre, Elvira, se reiría de sí misma cuando recordaría mis sueños más preciados y no me comprendía... "... eso de vivir en una playa del mar y escribir a mis anchas... sin tener que trabajar... era una verdadera locura, ¡no se puede vivir sin trabajar!". Sin embargo, luego mi madre me diría que ahora sí me comprendía... que sí era posible... "dedicarse a escribir sin tener que trabajar"... ¡lo estaba viendo!... yo había hecho realidad mi más preciado sueño... ahora yo estaba viviendo en una playa de pescadores, en el TBR, un resort de lujo donde Enrique había comprado su maravilloso departamento. Yo misma no lo podía creer, a veces me asustaba de estas formas de actuar del destino.
Pero para esto tuvieron que pasar muchos años de andanzas y trabajos eventuales, buscando aquella comunidad, aquel hogar donde yo pudiera ubicarme y escribir sin tener que trabajar... Y para no tener que trabajar, desde ya, como la mayoria, tuve que disminuir mis necesidades y responsabilidades al mínimo, sólo tendría la responsabilidad de sobrevivir con una mochila y una bolsa de dormir. ¡Ooh, querido lector/a!, sí es posible vivir así.
Así fue que llegué a los "hare hare"... y me quedé a vivir con ellos porque su filosofía de vida era la mía. En esta comunidad "no se trabajaba, sino, se servía"... así fue que esta nueva hermosa actividad llenó mi corazón... Todo lo que hacíamos era un servicio, un servicio a los demás, un servicio a la deidad suprema de nuestro corazón... y todo... para despertar amor, amor sin lujuria, amor divino, que es otro tipo de éxtasis... muy superior...
Mi servicio principal (el que yo me concedí a mí misma, o más bien, me lo concedieron directamente sus Señorías o Divinidad Suprema) fue el de estudiar y escribir sobre todo lo que yo estaba aprendiendo, fuera de las horas de servicio estipuladas por los líderes de la comunidad. Servicio que podía continuarlo en cualquier lugar donde me encontrara... porque se viajaba mucho en aquella comunidad de místicos dedicados a la práctica del Bhakti yoga. Así fui conociendo, a lo largo de Abya Yala (América Latina), la mayoría de sus centros y monasterios o ashrams. Por estos primeros escritos míos, los líderes me dieron el servicio de escribir un libro de yoga para ponerlo al servicio de la sociedad en general; pues eran notorias mis serias ganas de estudiar, investigar, comprender y escribir sobre este hermoso estilo de vida, sistematizándolo... como una tesis.
Lo increíble fue, que mientras yo ejecutaba mi servicio (en ese momento en Medellín, Colombia), fui comprendiendo que los líderes estaban manipulando descaradamente el proceso del Bhakti Yoga, pues habían descubierto en ese servicio incondicional y desinteresado, la famosa gallinita de los huevos de oro; entonces el servicio se convirtió en trabajo y este en una grave explotación de almas, lo que posteriormente trajo como consecuencia, los aberrantes abusos sexuales de los líderes (o quizá siempre estuvieron allí pero no nos dimos cuenta por nuestra buena fe). No dudé en enfrentar estos hechos, pero nadie me creyó, e inmediatamente, los líderes jefes me cambiaron de servicio; ahora me dedicaría todo el tiempo a la construcción del templo de Bogotá; porque, dicho sea de paso, soy arquitecta, profesión que me dio mi madre con mucho amor y yo le retribuí ese amor terminando mi carrera, aunque todos supiésemos que nunca me engancharía en ningún taller de arquitectura del universo... porque más bien, yo quería conocer el universo.
Por aquellos desafortunados hechos fue que abandoné la comunidad... fue muy duro sí, todo un drama que implica el volver a abandonar a los seres queridos de una gran familia. Pero volver a casa de mi madre y encontrarla como siempre, con sus brazos abiertos, me ayudó a superar esta crisis de "qué voy a hacer ahora en mi vida..."... Seguir practicando el Bhakti Yoga, era obvio... pero ahora sí o sí tendría que volver a trabajar. Y cuando ya estaba orientándome a trabajar en mi carrera, recibí la llamada de mi hermano Enrique contándome de la compra de su nuevo departamento en Fortaleza, Brasil, y que estaba estrenándolo. Lo más increíble de esta noticia era que me pedía que yo fuese allá, a cuidar su departamento; porque la brisa del mar hace estragos a las viviendas que se encuentran en sus orillas, es necesario un mantenimiento constante; así que yo también "le caía muy a pelo" a mi hermano, pues él se regresaría a Suecia donde tiene su residencia oficial; pero eso sí, se ocuparía de mis alimentos, ¡qué bendición del cielo! No me canso de agradecer a mi hermano y a sus eternas Señorías por tanta misericordia.
Desde entonces, tengo tiempo "para escribir a mis anchas y todo lo que quiera"... porque, es un hecho, que el considerar nuestras actividades como un servicio a los demás y a todo lo que nos rodea es lo que nos permite hacerlo. De modo, que todo escrito que considero bueno, ahí les va, por supuesto... con toda la brisa y el sabor del mar.
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