O sea, es necesario direccionar nuestra mente hacia lo que queremos llegar a ser…, así lo dicen las escrituras místicas. La mente es la modeladora de todos nuestros mundos internos y externos y sus experiencias…; pero, ¿cómo?..., ¿cómo modelar la mente?, ¿y, en base a qué dirección?... Si yo quisiera ser un unicornio, por ejemplo, tendría que ir desarrollando ya la mente de un unicornio…, mas, ¿cómo es la mente de un unicornio para empezar la tarea?...; menuda tarea… pesada… Transformarme en la luna creo que sería más fácil…, ¡o en el sol!... ¡Ooh, qué arrogancia la mía!... "¿Y… por qué no?"..., ¡claro, Tania Libertad!…, ¿por qué no?... Anhelamos ser el sol porque somos partes del sol, de su energía de vida que nos da calor y amor… Somos parte de ese sol que ama a la luna y la ilumina… y se hace uno con la luna… y con nosotros en quienes se reflejan… porque también somos ríos y mares… ¿Acaso no nos lo recuerda el poeta español Jorge Manrique (1440-1479), cuando recita: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar… que es el morir…”?… ¿Y también nuestro propio poeta peruano Javier Heraud (1942-1963)?, cuando canta: “Yo soy un río, un río..., voy bajando por las piedras anchas, voy bajando por las rocas duras, por el sendero dibujado por el viento. Hay árboles a mi alrededor sombreados por la lluvia. Yo soy un río, bajo cada vez más furiosamente, más violentamente bajo cada vez que un puente me refleja en sus arcos. (…)”.
miércoles, 15 de febrero de 2023
FILADELFIA
Entonces entendía que esa podría ser nuestra última transformación…, el mar…, ser el mar…; porque éramos ríos cuyo destino es llegar al mar… a integrarse con el mar… a ser uno con el mar... Pero el río y el mar solo quedaban en analogías casi incomprensibles para mí…
Entonces dibujaba el río y el mar junto a la luna y el sol queriendo descubrir sus secretos…; y así me encontré con la ventanita de El Túnel, la novela del escritor argentino Ernesto Sábato (1911-2011). Cuando María Iribarne está contemplando ese cuadro titulado Maternidad. “…arriba, a la izquierda, a través de una ventanita, se veía una escena pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba el mar. Era una mujer que miraba como esperando algo, quizá algún llamado apagado y distante. La escena sugería, en mi opinión, una soledad ansiosa y absoluta.”… Comprenderán ustedes que fue un momento sobrenatural para mí, pues yo, no solo había encontrado un pintor que pintaba lo mismo que yo…, sino que a su vez me mostraba que había un otro lado del mar… llamándonos..., esperándonos…, porque era parte de nuestro ser…; aunque siguiese siendo tarea difícil saber el significado último del río y el mar…
Tuve que viajar a India para encontrar el sentido de tan extraordinarias analogías, El Mundaka-Upanishad 3. 2. 28 dice: “Así como los ríos fluyen y se pierden en el mar, así el sabio se integra a Brahman, el Espíritu Supremo”… Escuchar esta verdad, para mí, fue de nuevo música celestial para mis oídos… Qué verdad tan palpable, qué perfecta metáfora o analogía… ¡Allí estaba la verdad!, la verdad que yo estaba buscando... Nuestra energía individual se integra finalmente a la energía suprema del universo, conocido como Brahman según Los Vedas de la India antigua; pero ¿cómo?... ¿Cómo hacer realidad esta deslumbrante experiencia?
Ese año (1993) se estrenó en Estocolmo la película Filadelfia del director norteamericano Jonathan Demme, protagonizada por Tom Hanks y Denzel Washington. Yo acababa de regresar de mi viaje a India, y por supuesto que acudí a ese estreno, a ojos cerrados por tratarse de Tom Hanks; sin ser muy consciente de los temas que abordaba, ya que eran nuevos para ese tiempo: el sida y la discriminación homosexual. La película me causó un gran impacto, no tanto por su calidad en todo sentido (no en vano fue nominada a varios premios de la academia); sino por la fuerte impresión que me causó su escena de la ópera…, una ópera completamente nueva para mí, lo único que me era conocido era la bellisísíma voz de la soprano norteamericana María Callas, de ascendencia griega (1923-1977). Todo ese momento fue una gran revelación, allí encontré la respuesta que tanto estaba buscando y que Tom Hanks estaba describiendo con fuerte emoción…
“... Fue en aquel dolor que a mí vino el amor… Voz llena de armonía y dice: ¡Sigue viviendo! ¡Yo soy la vida! ¡En mis ojos está tu cielo! ¡Tú no estás sola! Tus lágrimas enjugo, estoy en tu camino y te sostengo… ¡Sonríe y espera! ¡Yo soy el amor! Alrededor todo es sangre y fango… ¡Yo soy divino! ¡Yo soy el olvido! ¡Yo soy el dios! Que desde las alturas desciende al mundo y hace de la tierra un paraíso ¡Yo soy el amor, yo soy el amor! ¡El amor!”
¡El amor!... Entonces sentí que el mar era el amor…, esa fue la más grande revelación para mí y lloré, lloré sin darme cuenta que estaba acompañando a Hanks en su llanto conmovedor. Mi piel estaba erizada…, me desarmé… ¡Allí estaba la respuesta! ¡La respuesta que tanto estaba buscando!... La voz más poderosa dentro de mí me estaba diciendo que “eso” era en lo yo quería y debía transfórmame al momento de morir...: en amor, en amor, solo en amor… Tuve que ver una segunda vez la película para escuchar de nuevo esa aria inmortal y tomar en cuenta su nombre: Mamma morta; el nombre de la ópera: Andrea Chénier; y del compositor: el italiano Umberto Giordano (1867-1948). Yo quería saber todo sobre esta obra de arte que había calado tan hondo en mi corazón. En ese tiempo, nuestras fuentes de información eran solo las bibliotecas. Hoy, con la era del internet tenemos todo a la mano la película, la ópera… y toda la información que queramos. Esta ópera trata de un amor… en medio de la revolución francesa, el final es muy original (sin spoilers).
Así encontré esta gran respuesta en mi vida, llena de interrogantes al mismo tiempo…, pero era una gran respuesta al fin y sin igual, no había deseo más bello y maravilloso que transformarse en amor…, ¿o no?... Ya podía saltar en un pie… Poco a poco fui comprendiendo que aquella energía que fluye de la fuente divina y se expande por los universos infinitos es el amor… ¿Qué más podría ser? ¡El Amor! El amor es esa energía que fluye de la fuente suprema, el amor, el amor, nada más que amor, que en su infinito juego de transformaciones nos hace pasar por un sinfín de penalidades y placeres…, como una de sus tantas travesuras; para llegar de nuevo a su divina fuente… Somos ríos de amor que van al océano de amor…; pero, ¿cómo?... ¿Cómo transformarse en amor al momento de morir?..., o ¿ahora mismo? ¡Esa es la cuestión!
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