“El Bhagavad-gita es para los hare hare como la Biblia para los cristianos, o la Torá para los judíos, o el Corán para los musulmanes”; le está contando Rosa a Katya, mientras viajan en un bus hacia Paucarpata. “Ahora comprendo porque los hare hare estaban dando sus charlas en la misma plaza de armas o en el parque España, y ya no en sus restaurantes vegetarianos, ¡qué problemas tendrían!...”
Es domingo, temprano por la mañana. El bus va lleno, en la radio del chofer se escucha de repente La Danza Gitana de Paganini que (luego de La Tormenta de Vivaldi que anunciaba la película “Retrato de una mujer en llamas”), ya se ha vuelto como un estribillo acorde..., antes que escuchemos los tres minutos de recomendaciones del código moral y hábitos saludables que todo ciudadano debe practicar:
Ama llulla, no engañes.
Ama sua, no robes.
Ama quella, no seas perezoso.
Sé limpio y cuida tu entorno.
Haz ejercicios o danza.
Ora y sé solidario.
La municipalidad, como una buena encargada del orden que es, y también de la salud y bienestar de la ciudadanía y su hábitat; ha decidido impartir en todas las líneas de comunicación, “interviniéndolas”, tales recomendaciones (aun cuando aquel decálogo universal sugerido, todavía esté pendiente), e incluso las noticias más relevantes del día, o la misma agenda de la municipalidad.
El bus las dejó en un paradero rústico y solitario, ante una extensa campiña de variados sembríos…, pero con todo un sistema de señalización que orienta el camino hacia la comunidad de los hare hare. El día estaba espléndido, templado, el aroma de la tierra húmeda armonizaba los sentidos con madre tierra… Poco a poco, se fueron quedando muy lejos los ruidos citadinos…
Fueron quince minutos a pie por un sendero de trocha..., en medio del cual se encontraron con un hare hare vestido con dothi y kurta color azafrán que arreaba un toro..., él iba descalzo..., y tenía en la frente la señal de los hare hare... Fue una visión casi irreal para las muchachas acostumbradas a ver, de vez en cuando, a nuestros paisanos con ojotas en tales actividades.
-Hola -le saludaron las muchachas apenas lo alcanzaron.
-Hare krishna -les saludó el joven, y las muchachas le explicaron el motivo de su visita; a la vez que Rosa le preguntaba rápidamente, mientras continuaban caminando, la razón por la cual habían cerrado sus dos restaurantes vegetarianos en el centro de la ciudad.
El joven hare hare les explicó que el “boom hare krishna” tuvo mucho apogeo hasta que se fue de este mundo su fundador, Srila Prabhupada; porque luego surgió el engaño y las malas artes de los líderes -sus hijos espirituales- para usurpar su lugar, lo que trajo como consecuencia la división de este boom o movimiento... Sin embargo, ninguna de las dos fracciones ha prosperado..., porque sin reconocer sus errores de manipular la enseñanza y alienar a las mujeres, principalmente; están siendo devorados por lo que Los Vedas llaman las tres puertas del infierno: dinero, sexo y poder, o kanaka, kamini y pratishtha...
“Nosotros tuvimos que abandonar ambas fracciones y nos refugiamos en un nuevo liderazgo - autodenominándonos hare hare-, que sigue las enseñanzas genuinas de esta tradición mística vaishnava. Este nuevo liderazgo está conformado en su mayoría por las hijas espirituales de Srila Prabhupada y por aquellos hijos que las apoyan."
De pronto, llegaron a la comunidad… decorada, de entrada, con un hermoso letrero adornado con dibujos de lotos, hojas y frutas..., sobre la puerta hecha de palos de eucalipto…
“Bienvenidos a la comunidad agrícola Sri Goloka Vrindavan dham”.
El hare hare abrió la puerta e ingresamos por el sendero principal, que claramente se le veía repartir los diferentes servicios en su recorrido... Una joven, también descalza y con la marca en la frente de los hare hare, se acercó a nosotros… “Hare krishna”, nos dijo y nos invitó a esperar en la recepción, mientras iba a anunciarnos a uno de sus líderes, para hacerles nuestra “urgente invitación”. Y, en tanto esperábamos, Katya y Rosa se quedaron prendadas del pequeño mapa que había en una de las paredes, donde se podía recorrer con la mirada esta gran campiña de ocho hectáreas. Desde el estacionamiento, la recepción, una boutique (de ropa artesanal de estilo indiano, andino, latinoamericano... según fotos que allí había) un quiosco (de productos naturales, caseros: “se vende ghee, leche, queso, mantequilla, yogurt, granola, pan, bolitas maravillosas... Se aceptan trueques.”), el templo, el teatro, la sala de yoga, la hospedería, las residencias (de los líderes, de las jóvenes solteras, de los jóvenes solteros, de los casados, de los adultos mayores), las huertas, los espacios agrícolas, de esparcimiento y otros servicios.
Cuando regresó la joven, nos invitó a seguirla porque una de sus líderes nos recibiría en el mismo templo donde ella se encontraba en sus actividades diarias. De esta manera, Rosa y Katya conocerían más de cerca aquellos espacios muy bien distribuidos...; mas, no podían evitar sentir un poco de temor..., porque sentían que habían ingresado a otro mundo..., un mundo nuevo y desconocido…; pero sabían que felizmente estaban las dos juntas, que las dos tenían buen porte, cuerpo de guerreras..., y que espalda con espalda... se protegerían...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario