¿Qué dice nuestra cultura moderna al respecto?
Probablemente no diga mucho..., pero, para muchas culturas ancestrales de diferentes partes del orbe, este culto es una tradición vital que se fundamenta en "la existencia del ser -o alma/atman- más allá de la muerte"; lo que implica su continuidad en esferas o dimensiones invisibles; con las que podemos entrar en contacto a través del recuerdo de nuestros ancestros, de los ritos, ceremonias o liturgias que les ofrezcamos para honrarlos, confiriéndoles un carácter divino o sagrado.
Estas culturas ancestrales sostienen que, las personas que dejan este plano físico y se trasladan al plano sutil, se convierten en nuestros ángeles protectores..., no solo de las familias o clanes, sino también de las comunidades o regiones; además, nos confieren identidad, regeneración y armonía entre ambos mundos, el de los vivos y el de los muertos, entre la sociedad visible y la invisible, satisfaciendo las necesidades materiales y espirituales de ambos.
Aun no existe la prueba científica experimental -en el universo material- que confirme la existencia del alma; y esto es porque el alma es una sustancia ANTIMATERIAL; por lo tanto, incomprensible para nuestra mente material diminuta, limitada, lógica, condicionada...; y peor aún...: patriarcal, capitalista, inmoral..., etc., etc., etc.... Por lo tanto, no vamos a detenernos en los reñidos debates..., interminables..., entre ciencia y religión...; nos baste solamente la premisa de que "el alma nunca muere", para explorar ese universo que acoge a nuestros seres queridos -o antepasados- que han partido de este mundo...; ya sea a través del conocimiento de nuestra genealogía o árbol genealógico, o de ofrecerles nuestras ofrendas (comida, velas, flores, inciensos, recuerdos, cantos, danzas, oraciones, mantras...), y otros rituales, ceremonias, liturgias... propios de cada región o comunidad...; donde podamos expresar de corazón nuestra reconciliación con ellos, pedirles perdón y perdonarlos... en aras de contribuir a nuestra propia sanación y liberación, y los de nuestra familia, comunidad, región o continente.
Este es un buen punto de partida para la reconstrucción de nuestra cultura actual. Honrar a nuestros antepasados es un deber del ser, después de nuestro deber de amar a la Divinidad Suprema por sobre todas las cosas; y, nosotros conscientes de nuestros deberes y derechos, debemos tomar muy seriamente esta tradición.
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