(A Natik, por el inolvidable día de su cumpleaños)



Lo que estoy por contarles no me lo creerían sino fuera cierto... Aunque a veces me parece que estoy soñando de verdad... Ela, mi secretaria, está aquí..., y yo embobada..., la obedezco en todo, sin lugar a objeciones... Sigo siendo su juguetito, su mascota y todo eso que ella quería que yo fuera cuando nació, un día de setiembre del noventa. Nació Ela y la familia se volvió loca por ella, sobre todo yo. Yo he sido la eterna tía embobada de todos sus sobrinos y sobrinas..., consentidora; sino... quién...
Y hoy le conté a Ela sobre esta anécdota que ella me inspiró a escribirla cuando era pequeñita, mi secretaria...; allá en Trujillo (norte del Perú)..., en casa de mi tío Carlos (en la urbanización Palermo), hermano de mamá Ela, mi mamá...
NAVIDAD 1996
Mi sobrina más pequeña también es muy amante de los animales como todo niño de su edad. Pero esta vez pedía demasiado, los tres pollitos y el pavo que tenía en el patio de la casa de mi tío Carlos, ya no eran suficientes, ahora ella quería tener esos dos conejitos más que acabábamos de ver en el mercado Mayorista; y a mí se me partía el corazón de poder y no poder complacerla; porque si la complacía, ella igual terminaría sufriendo ya que tarde o temprano sus animalitos irían a parar en esa condenada olla...
Un día, por esas cosas del destino, Ela y yo subimos a la azotea de la casa de mi tío, justo en el momento en que tres hombres -también en la azotea, pero de la casa vecina- sujetaban con fuerza a un desafortunado pavo. Los hombres lo estaban emborrachando para que al matarlo y macerarlo, su carne fuese más sabrosa. Así dicen algunos chefs de nuestra súper gastronomía peruana.
-¿Qué están haciendo? -me preguntó Ela muy sorprendida y asustada al mismo tiempo.
-Están matando a un pavo para luego comerlo -le contesté sin ambages, y le expliqué todo ese ritual de mala muerte. La pequeña no se hizo esperar en su protesta. Cuando bajamos al primer piso, lo primero que dijo a todos los presentes fue que ella no comería más carne y que sería vegetariana. Yo no supe donde meterme, pues, obvio que de inmediato me llegarían las reprimendas por andar contándole cosas a la pequeñita...
Así fue que en los días siguientes, yo sufrí esas reprimendas porque Ela se mantuvo fuerte en su determinación ante sus padres, quienes no encontraban la manera de hacerla entrar en razón; ella no podía comprender que fuese natural criar a los animales para luego matarlos y comerlos.
-Tienes que comer carne por tu bien -le decían-. Por tu salud, sino, te volverás anémica, te enfermarás y... morirás... -(tal vez estoy exagerando..., pero, estoy casi segura que así le mostraban el más tétrico panorama para hacerla cambiar de opinión...) Y, seguro que más adelante ella también se los agradecería, a sus padres, porque ellos, habrían cumplido su deber de alimentarla bien..., de que ella volviera a comer carne a toda costa o sea... de cualquier forma, aunque sea en forma de salchichas...
Así fue qué..., lo que siempre se había temido que sucediera, sucedió cuando llegó esa Navidad, Ela no se separó del pavo de mi tío Carlos por nada del mundo, "para evitar su muerte", dijo. Entonces, los hermanos Carlos y Elvira comprendieron que el pavo, los tres pollos y dos conejitos solo serían sacrificados en ausencia de mi secretaria, porque no había otra manera; ahora era imposible verla llorar a una niña tan linda...
Ela se ríe de este final arreglado, porque no fue así, porque los mayores igual mataron al pavo emborrachándolo, primero... Sin embargo hoy, convenimos, ella y yo, que siempre tenemos abierta la posibilidad de "corregir" el destino...; ya que no solo somos espectadores y/o actores... sino también cocreadores de todas nuestras experiencias en la vida, ¿o no?
En la laguna Dudu.